De acuerdo a la publicación, los avances en el proceso de desarrollo de Chile en las últimas décadas se reflejan en diversas dimensiones, incluyendo una caída de la mortalidad y reducciones de la fecundidad – que reflejan la creciente capacidad de los chilenos de decidir sobre el tamaño de sus familias. Estos cambios afectan la estructura etaria de la población: Chile atraviesa un proceso de envejecimiento poblacional, que continuará en los próximos años.

Estas tendencias demográficas son buenas noticias: el envejecimiento de la población chilena es un potente indicador de desarrollo, pero no se puede desconocer que un cambio de tal magnitud plantea importantes desafíos en diversas dimensiones: en el largo plazo – con un horizonte en el año 2100 – la proporción de la población en edades activas caerá (y la población adulta mayor representará el 33%), lo que resultará en impactos diversos sobre el mercado de trabajo y las cuentas públicas.

El libro explora estos potenciales efectos del cambio demográfico sobre la protección social, las demandas de servicios de salud y educación, el funcionamiento del mercado de trabajo y la dinámica macroeconómica, considerando los cambios institucionales y normativos que serán necesarios para responder a esa nueva realidad. Algunas de las iniciativas planteadas en el reporte son: (i) Promover formas flexibles de trabajo y modernizar la regulación laboral; (ii) Incrementar la participación laboral de las mujeres; y (iii) Impulsar la inmigración como un motor del bono demográfico para que la sociedad pueda tener un crecimiento económico sostenido en el tiempo.