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27 abril, 2022
Notas de Pensiones No.61 ¿Qué podemos aprender de los sistemas de pensiones de Países Bajos y Suecia?
Según el último informe Global Pension Index, de Mercer y CFA Institute, tanto Países Bajos como Suecia tienen lugares destacados dentro de los mejores sistemas de pensiones en el mundo (2° y 8° lugar, respectivamente).
Por sus características, ambos países, cuyos sistemas de pensiones incorporan mecanismos de capitalización, ofrecen lecciones importantes al resto de los países, entre las cuales se pueden mencionar las siguientes:
Países Bajos y Suecia cuentan con programas de pensiones no contributivos que otorgan una base mínima de apoyo para evitar la pobreza en la vejez, financiados con impuestos generales. Los sistemas de pensiones modernos deben contar con este tipo de programas, y su diseño debe ser pensado cuidadosamente para evitar desincentivos a la formalidad.
Tener uno de los mejores sistemas de pensiones en el mundo de acuerdo a un índice internacional no evita la necesidad de establecer cambios para enfrentar los desafíos demográficos (mayor expectativa de vida y caídas en la natalidad), laborales (mayor trabajo independiente) y financieros (menor tasa de interés). Por ejemplo, Países Bajos en su sistema de capitalización ocupacional, ha tenido que proponer, entre otras, una reforma que permita transitar desde el “beneficio definido” hacia la “contribución definida” con el fin de garantizar los niveles de adecuación del sistema. Suecia, por otro lado, ha tenido que establecer un mecanismo de ajuste en la edad de jubilación que considera el aumento en las expectativas de vida, a través de la llamada “edad de jubilación objetivo”.
Un sistema de reparto con elevadas tasas de aportes no necesariamente conduce a buenos resultados en términos de tasas de reemplazo, y ello se explica porque dicho sistema se ve afectado por el envejecimiento de la población (mayor expectativa de vida al jubilar y menores tasas de natalidad). El caso de Suecia es decidor en términos de cómo un sistema, mayoritariamente de reparto con cuentas nocionales, a pesar de tener elevadas tasas de aportes, las tasas de reemplazo son relativamente bajas y se proyectan aún más bajas a largo plazo.
Para enfrentar el problema de solvencia de los sistemas de pensiones que tienen un componente de reparto importante, hay al menos dos alternativas:
Reducir la generosidad de sus beneficios y/o endurecer los requisitos para acceder a ellos. Por ejemplo, en el sistema sueco, para lograr la sostenibilidad fiscal, se tienen que reducir las promesas de pensiones a través de un freno automático, aumentar las contribuciones, o aumentar progresivamente la edad de jubilación a través de un incentivo. Eso debe ser considerado seriamente por otros países que están mirando implementar sistemas de reparto partiendo desde una situación inicial donde el sistema está plenamente capitalizado.
Vincular la edad de jubilación conforme al incremento en las expectativas de vida. Países Bajos y Suecia han incorporado esta característica en sus sistemas de reparto.
Los sistemas de pensiones ocupacionales de capitalización y los sistemas de ahorro voluntario tendrán un rol cada vez más importante en complementar las pensiones que otorga el sistema público. En Países Bajos, el 58% de la pensión total proviene de los sistemas ocupacionales, en tanto que en Suecia ese porcentaje llega al 22%. La reducción de la generosidad de los beneficios de los sistemas de reparto, causada por el envejecimiento de la población, deberá ser compensada por los planes ocupacionales obligatorios y planes de ahorro voluntario, para así mantener y/o mejorar las pensiones de los trabajadores.
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