4 febrero, 2025
Japón vive una situación crítica a niveles demográficos: en 2022 se registraron menos de 800.000 nacimientos en el país, la cifra más baja de natalidad desde que se tiene registro. Como punto de referencia, en la década de 1970 los números del país oriental en cuanto a nacimientos rondaban los dos millones.
Junto al descenso del índice de natalidad, que lleva ocurriendo desde hace una década en el país, se suma el aumento de la esperanza de vida durante los últimos años -la cual establece un promedio de 87 años para las mujeres y 81 años para los hombres- y la escasa inmigración en el país. Esto trajo como consecuencia que Japón posea una de las sociedades más envejecidas del mundo, según datos del Banco Mundial, donde un 28% de la población nipona se compone de adultos por sobre los 65 años, edad que coincide con el período de jubilación.
Estos fenómenos ponen al país asiático y su funcionamiento como sociedad en un escenario crítico: deben atender a una población mayor en constante crecimiento, mientras la cantidad de población joven y activa desciende de forma preocupante, la cual sostiene en gran parte el sistema de pensiones del cual dependen los adultos mayores. A esto, además, se suman distintos estudios demográficos realizados en 2020, los cuales predicen que la población total en Japón sufrirá una caída de un máximo de 127 millones en 2017 a menos de 53 millones a finales del siglo.
En este escenario, el primer ministro de Japón, Fumio Kishida, declaró durante un discurso en la Cámara Baja que la situación demográfica del país requiere soluciones urgentes para evitar una crisis. “Japón está en el borde de poder continuar en funcionamiento como sociedad. Enfocar nuestra atención en políticas relacionadas a los niños y su crianza es un tema que no puede esperar ni posponerse”, afirmó.