23 abril, 2025
En 2070, la UE solo representará el 3,7% de la humanidad, lo que la pone contra el espejo de una pérdida de poder global.
Europa es una bomba de relojería demográfica. El bloque comunitario experimentó en 2015 su primer declive natural de población. La baja de tasa de fertilidad, la complicada situación económica y laboral de los jóvenes, el aumento de la esperanza de vida, el éxodo rural o la fuga de cerebros explican que países como Rumanía anticipen una reducción de sus habitantes del 35% para mitad de siglo. Todo ello tiene un impacto inmediato sobre los presupuestos nacionales, la sostenibilidad del sistema de pensiones, el mercado laboral o la influencia de la UE en el globo. El demográfico es ya uno de los grandes retos presentes y futuros del proyecto europeo. Y en el Hemiciclo del Parlamento Europeo existen diferentes posiciones sobre cómo abordarlo y, especialmente, sobre cómo solucionarlo.
En 2070, aproximadamente el 30% de la población de la UE tendrá 65 años o más. La tasa de dependencia de las personas mayores se situará en el 57% en 2100, según la Oficina de Estadística de la UE (Eurostat). A medida que la población va envejeciendo, la mano de obra se está contrayendo. Esta combinación amenaza con ejercer una fuerte presión sobre las arcas públicas, el crecimiento económico y la productividad.
“Para hacer frente a estos desafíos, nuestras políticas deben adoptar una perspectiva holística, atendiendo no solo a los individuos, sino a la totalidad de sus contextos vitales, que abarcan los vínculos familiares, las actividades profesionales y los entornos residenciales. Esto implica fomentar un delicado equilibrio entre las aspiraciones familiares y los esfuerzos profesionales, facilitando la integración de las generaciones más jóvenes en la fuerza laboral y en los mercados de viviendas asequibles, empoderando a nuestros ancianos, y gestionando bien la migración legal para hacer frente a la escasez de mano de obra”, analiza Daniel Buda, eurodiputado rumano del Partido Popular Europeo. Por su parte, la eurodiputada austriaca Monika Vana, de Los Verdes, también ve una parte positiva anticipando que este escenario “ofrece oportunidades para crear nuevos puestos de trabajo, fomentar la justicia social e impulsar la prosperidad, por ejemplo, en las economías asistenciales”.
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