4 febrero, 2025
Si algo tienen en común León Febres-Cordero y Rafael Correa es que los dos contribuyeron al deterioro del Instituto Ecuatoriano de la Seguridad Social (IESS) cuando quitaron la aportación estatal del 40 por ciento de las pensiones jubilares. El uno en 1985 y, el otro, en 2015. Esto demuestra que el problema no es de ayer, y no importa la ideología de los gobiernos; todos han contribuido al mal manejo y descalabro de la institución más grande del país. Desde hace décadas se sabe que los sistemas de pensiones son insostenibles por sí solos, en la medida en que cada vez aumenta el número de jubilados y se reduce el de aportantes.
El sistema ecuatoriano es de reparto: las contribuciones mensuales de los 3,5 millones de trabajadores que están actualmente afiliados al IESS se destinan para pagar las jubilaciones de los más de 600 mil pensionistas. Eso quiere decir que no hay un ahorro individual como en otros sistemas. Para que el fondo de pensiones se mantenga por sí solo requiere que haya al menos ocho aportantes por cada jubilado. Pero hoy existen solo cinco y en unos años serán menos.
El problema no es menor: mientras el año anterior los trabajadores afiliados al IESS contribuyeron con 3.000 millones de dólares al fondo de pensiones, los jubilados cobraron 5.200 millones. Para solventar ese hueco o déficit, se requiere que el Estado contribuya con el 40 por ciento de las pensiones. Y esa no es una idea nueva, se la implantó en 1940, durante el gobierno de Carlos Arroyo del Río, previendo los cambios demográficos: cada vez aumenta la esperanza de vida. Ese aporte sirvió para que el IESS se mantenga estable y genere un fondo para inversiones.
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