Durante varias décadas los sistemas de pensiones basados en la capitalización individual
han demostrado sostenibilidad, como así mismo su contribución al desarrollo de los
mercados de capitales y al crecimiento de los países donde se han implementado.

Tenemos el desafío de incrementar fuertemente el ahorro para mejorar las pensiones
frente a los aumentos de las expectativas de vida, la caída en las tasas de interés y
especialmente para compensar los elevados niveles de informalidad que exhibe la región
(44% de la fuerza laboral en promedio).

En vez de asumir ese desafío, muchos de nuestros países están explorando una vuelta hacia
sistemas de reparto cuya insostenibilidad ha llevado a que países con estos sistemas
incorporen en forma creciente mecanismos de ahorro en sus diferentes modalidades. De
hecho, desde 1999 a la fecha se han triplicado aquellos que tienen dichos mecanismos,
pasando de 17 a 51.

Es decir, en la región latinoamericana no solo se ha desoído la imperiosa necesidad de
aumentar el ahorro pensional (con la única excepción de México, que recientemente
aprobó aumentos en su tasa de cotización), sino que algunos países, como es el caso de
Chile y Perú, han promovido el desahorro mediante sucesivos retiros anticipados de fondos
de pensiones.

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