30 septiembre, 2024
Hace unas semanas empecé a recibir mi pensión estadounidense. Durante 44 años aporté un 12,5% de mi salario al sistema de Social Security. Este es el pilar público y solidario del sistema de pensiones de este país. Nunca, jamás, tuve una laguna. Empecé a recibir los pagos a los 70 años. Ahora que la reforma chilena está trancada es interesante entender cabalmente cómo funciona el sistema en EE.UU. (Debo aclarar que el pilar público es complementado, para la inmensa mayoría de las personas, por uno voluntario de capitalización individual, que cuenta con enormes incentivos tributarios).
Mi “tasa de reemplazo” es del 33,6%; es decir, mi pensión es un tercio de mi sueldo imponible. Esto es significativamente más bajo de lo que hubiera obtenido en Chile. En efecto, un estudio reciente de la Superintendencia de Pensiones señala que la mediana de la tasa de reemplazo para quienes contribuyeron toda la vida es del 57%.
Es decir, a pesar de haber aportado, cada mes, un 25% más de lo que hubiera aportado en Chile, y de haber recibido la pensión cinco años más tarde que en Chile, mi jubilación es más baja (en relación con mi sueldo) de lo que hubiera sido en la larga y angosta franja de tierra.
La verdad es que hubiera podido jubilarme hace tres años -a los 67-, con lo que llaman “beneficios completos”. Si lo hubiera hecho, mi tasa de reemplazo hubiera sido de 27,5% de mi salario imponible. El retrasar los pagos por tres años me permitió recibir una jubilación 22% más alta, en términos de dinero, de lo que hubiera recibido a la edad “oficial”. Es decir, ese retraso voluntario en la edad de jubilación fue un estupendo negocio. Vale la pena hacerlo.
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