30 septiembre, 2024
Pocos países en el mundo escapan a la necesidad de revisar cada tanto su sistema de seguridad social, y en casi todos los casos el punto más polémico es el aumento de la edad mínima de retiro.
Este año hemos visto en Francia multitudinarias protestas contra la reforma jubilatoria impulsada por el presidente Emmanuel Macron, que lleva la edad mínima de 62 a 64 años de edad a partir de 2030, y adelanta a 2027 la exigencia de cotizar 43 años, en lugar de 42, para cobrar una pensión completa. En medio de revueltas populares, huelgas y un posible fracaso en el Parlamento, Macron apeló a una facultad constitucional y aprobó la reforma por decreto. El asunto terminó en manos de un Consejo Constitucional, una especie de grupo de “sabios” que este viernes resolvió validar las medidas clave de la reforma, desatando una respuesta inmediata de rechazo en las calles tras meses de protestas.
Los expertos coinciden en que ante una mayor esperanza de vida, aumentar la edad de jubilación es necesario para mantener la proporción de población económicamente activa a pesar del envejecimiento.
Esta fue la recomendación que hizo a fines de marzo el economista jefe del Banco Mundial (BM), Indermit Gill. Tomando como ejemplo a Francia, Gill recordó que en ese país se «observa un incremento de 20 años de la esperanza de vida desde 1950». «Debemos por lo tanto esperar que las personas trabajen más tiempo», enfatizó. Pero «hay personas que se niegan a trabajar incluso dos años más a pesar de este aumento de la esperanza de vida de dos décadas», añadió Gill. Según él, esto es señal de la dificultad de aceptar una necesidad.
Este es uno de los argumentos del presidente Luis Lacalle Pou para defender la reforma jubilatoria en Uruguay –la calificó como un “acto de responsabilidad nacional”-, pero que como la francesa enfrenta una fuerte oposición de izquierda y de los sindicatos.
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